Lo
que empezó como una llamativa forma de donación y consciencia social, ha
terminado por convertirse en uno de los virales de internet más prolíficos y
debatidos del año.
#IceBucketChalllenge
sin miedo a equivocarme es el Hashtag que más videos arroja en búsquedas en
internet en el momento –dejando de lado aquellos sobre el mundial Brasil 2014 y
obviamente, la pornografía. No es para menos, pues la campaña publicitaria que inició con dos propósitos claros, el
primero, una manera de recaudar fondos para investigaciones y posibles
tratamientos para aquellas personas que padecen ELA (Esclerosis lateral Amiotrófica), y segundo, -quizá el más
olvidado- generar consciencia en la red de una manera novedosa pero humana, de
qué es el ELA, ha alcanzado un nivel de
popularidad desmesurado.
Pero
que no se confunda, cuando decimos que la popularidad de los baldes con hielo en
la red ha sido considerable o mejor desbordada, desafortunadamente no podemos
referirnos al propósito inicial de la campaña. Aunque la cantidad de vídeos
donde personas de todas partes del mundo enfrían su cabeza –en alusión a los
síntomas de la enfermedad en mención- la
campaña por lo menos en uno de sus propósitos ha sido un fracaso. Si
tenemos en cuenta que por lo menos una cuarta parte de los vídeos ni siquiera
mencionan la enfermedad o su voz de apoyo cuando mucho, o que varios de éstos
se han grabado en países que para esta época afrontan una fuerte sequia y, si
sumado a esto consideramos la reciente noticia del primer muerto por la
campaña, debemos con frialdad aceptar que no se ha logrado el cometido.
Un
diario de la prensa británica –The Independent- ha sido el portavoz de la
noticia, el joven de 18 años que quiso unirse a la campaña en su afán de
innovación encontró la muerte, considerando los propósitos de la campaña, la
noticia salta de lo paradójico o lo macabro.
Sin
embargo, no sería justo desprestigiar una idea en pro de pacientes cuya
aflicción es de verdad inimaginable, por situaciones particulares que no
evidencian más que la falta de reflexión –o un mínimo de inteligencia- de una generación
adicta al selfie y el share. Pero se esperaría por lo menos algún
comunicado por parte de los organizadores de la campaña o un llamado de
atención para la irresponsabilidad con que se está llevando a cabo. La
conclusión es reiterativa, nada más lejos de la realidad que creer en la
sensatez de los usuarios de la red.
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