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El furor es cruel, agua desbordada la cólera; mas
¿quién resistirá ante la envidia?
PROVERBIOS 27:4

«Si yo tuviera lo que él (o ella) tiene, sería feliz.» Todos hemos oído alguna vez algo como esto. Cuando yo vivía en un apartamento y tenía poco dinero, envidiaba a aquellas personas que tenían una casa y más dinero que yo. Cuando me compré mi primera casa, envidiaba a las personas que tenían casas más grandes y más bonitas que la mía. En 1961, yo conducía un Studebaker, y envidiaba a aquellos que tenían automóviles más nuevos y más llamativos. Cuando yo era infeliz en mi matrimonio, envidiaba a los amigos que eran felices con sus parejas.



Daba la impresión de que, a despecho de lo que yo ganara u obtuviera, siempre había alguien a quien envidiar. Luego, me hice multimillonario, con un trabajo que me encantaba y una familia a la cual adoraba; y, sin embargo, había veces en que me sorprendía sintiendo envidia de un compañero de clase del instituto, que se había convertido en un famoso director de cine y había ganado miles de millones de dólares. Entonces, un día, releí lo que decía Salomón sobre la envidia. Decía que la envidia era más destructiva que la ira. Es imposible ser feliz y envidioso al mismo tiempo. Yo tenía que encontrar el modo de liberarme de la envidia o de lo contrario no sería permanentemente feliz. ¿Por qué? Porque la envidia hace que quites la vista de lo que tienes y centres tu atención en lo que no tienes. Refleja una clara actitud de arrogancia y hace que uno se crea con derecho a todo. Cuando se es envidioso, la desdicha, y en último término la depresión, tienen la supremacía.

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